Pintura
La pintura es una de las artes más antiguas de México. La pintura rupestre en territorio mexicano tiene unos 7500 años de antigüedad, y se ha manifestado en las cuevas de la península de Baja California. En el México prehispánico está presente en edificios y cuevas, en los códices mexicas, en la cerámica, en los atuendos y la religión, etc.; ejemplo de ello son las pinturas murales mayas de Bonampak o las de Teotihuacán, las de Cacaxtla y las de Monte Albán.
La pintura mural tuvo un importante florecimiento durante el siglo XVI, lo mismo en construcciones religiosas como en casas de linaje; tal es el caso de los conventos de Acolman, Actopan, Huejotzingo, Tecamachalco y Zinacantepec. Se dice que fueron principalmente pintores indígenas dirigidos por frailes los que las realizaron. Estos se manifestaron también en manuscritos ilustrados como el Códice Mendocino.
Por un tiempo se creyó que el primer pintor europeo radicado en la Nueva España fue Rodrigo de Cifuentes, artista apócrifo a quien incluso llegó a atribuírsele obras como El bautizo de los caciques de Tlaxcala, pintura del retablo mayor del Ex Convento de San Francisco en Tlaxcala. Entre los pintores nativos estuvo Marcos Aquino. La religiosidad de los novohispanos hizo que la pintura fuera importante para la evangelización de la sociedad, los frailes se dieron cuenta de las habilidades gráficas de los indígenas, quienes enriquecieron el estilo barroco y manierista. Fue relevante la llegada de múltiples pintores europeos y de algunos alumnos novohispanos, como Juan Correa, Cristóbal Villalpando o Miguel Cabrera, quienes hicieron de los muros y retablos la principal fuente de expresión ideológica y política de los artistas.
La pintura del siglo XIX tuvo una influencia romántica muy marcada, los paisajes y los retratos fueron la mayor expresión de esta época. Hermenegildo Bustos es uno de los pintores más apreciados de la historiografía del arte mexicano. Destacan también en estos años Santiago Rebull, José Salomé Pina, Félix Parra, Eugenio Landesio y su célebre discípulo, el paisajista José María Velasco Gómez, así como Julio Ruelas.
La pintura mexicana del siglo XX ha alcanzado renombre mundial con figuras como David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Joaquín Clausell, Frida Kahlo y Diego Rivera, generación de idealistas que marcaron la imagen del México moderno ante fuertes críticas sociales y económicas. La escuela oaxaqueña rápidamente obtuva fama y prestigio, difusión de una cultura ancestral y moderna, se observa la libertad de diseño en cuento al color y la textura de los lienzos y murales como periodo de transición entre el siglo XX y el siglo XXI.
Algunos de los pintores más destacados en el siglo XXI: Patricia Calvo Guzmán. Estudió pintura en Beijing. Su obra, de marcada influencia oriental, rememora las figuras de papel recortado de México y de China, mezclándolos con una rica gama cromática; Eliseo Garza Aguilar, pintor y performista considerado entre los principales exponentes del arte provocador y reflexivo del Tercer Milenio; en busca de una respuesta crítica de los espectadores, combina su obra pictórica en las performances con el histrionismo teatral; Pilar Goutas, pintora que utiliza el óleo sobre soporte de amate, con fuerte influencia de Jackson Pollock y la caligrafía china; Rafael Torres Correa fija su residencia en México en 2001 y se integra al taller de arte contemporáneo “La Polilla” en Guadalajara, y realiza diversos proyectos plásticos y escenográficos.
Cine
La primera vez que se pudo ver una película en el cine mexicano fue en el año 1895, gracias a sus inventores: Louis y Auguste Lumière, pero solo hasta 1931 surgieron las películas con sonido, gracias a un nuevo aparato sincronizador de sonido, inventado por los hermanos Rodríguez (Roberto y Joselito), que trabajaban en Hollywood. Desde entonces, se han filmado películas que se volvieron muy populares y taquilleras en México. Para 1950, surgió la competencia del cine mexicano: la televisión, cuando varias cadenas se juntaron para formar el Telesistema Mexicano. Esto llevó al cine mexicano a buscar nuevas técnicas que aumentaran las ventas en taquilla, como lo fueron las pantallas anchas, películas a color, sonido estereofónico e imágenes en tercera dimensión.
El cine mexicano, considerado un promotor fundamental de la identidad del mexicano, tuvo su Época de Oro entre las décadas de los años 1930 y los años 1950, cuando la producción cinematográfica en el país era la más poderosa de los países de habla hispana. De esta época destacan figuras como Dolores del Río, Pedro Armendáriz, María Félix, Pedro Infante, Luis Aguilar, Jorge Negrete, Mario Moreno «Cantinflas» y Germán Valdés «Tin Tan», entre otros, quienes filmaron prestigiosas y exitosas películas, tales como la trilogía conformada por Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe El Toro y protagonizada por Infante, entre otras películas.
1936-1956: Época de Oro del cine mexicano
La Época de Oro del cine mexicano comenzó en 1936 con el estreno de Allá en el Rancho Grande, y culminó en 1956. La trascendencia de dicha película fue rápido luego de su exhibición en Broadway, en el lanzamiento de su distribución nacional, donde recibió elogios de revistas como Newsweek. Este triunfo en particular provocó nuevas actividades comerciales del cine mexicano en Estados Unidos, en donde las empresas distribuidoras pronto establecieron múltiples sucursales: en San Antonio, El Paso, Nueva York, y Los Ángeles. Ahí, un ejecutivo, citado en el Filmográfico, comentó: «Las películas mexicanas se están imponiendo en los mercados del extranjero”. En los Estados Unidos, los filmes mexicanos ya ganaban más de dos veces lo que ingresaban las cintas hechas en español en Hollywood». En adición, ese filme fue el que inauguró un género conocido como comedia ranchera, cultivado en México sin parangón en el resto de mundo, debido a la cultura e idiosincrasia mexicanas.
El cine mexicano continuó realizando obras de espléndida calidad y comenzó a explorar otros géneros como la comedia, el romance y el musical. En 1943, la película Flor silvestre, reunió a un equipo cinematográfico conformado por el director Emilio Indio Fernández, el fotógrafo Gabriel Figueroa, el actor Pedro Armendáriz y la actriz Dolores del Río. Las cintas María Candelaria y La perla, son consideradas obras cumbre de Fernández y su equipo, y llenaron al cine mexicano de un enorme prestigio, paseándose a nivel mundial en importantes festivales cinematográficos (María Candelaria fue galardonada en 1946 con el Premio del Grand Prix del Festival de Cannes, el nombre anterior de la Palma de Oro, siendo la primera película de habla hispana en obtenerlo). Por su parte, La perla fue galardonada con el Globo de Oro de la industria fílmica estadounidense, siendo la primera cinta hispana en recibir dicho reconocimiento.
En su época de oro, el cine mexicano imitó el Star System que imperaba en Hollywood. De esta manera, y a diferencia de otras industrias fílmicas, en el cine mexicano se comenzó a desarrollar el "culto al actor", situación que propició el surgimiento de estrellas que causaron la sensación en el público y se convirtieron en auténticos ídolos, de una forma muy similar a la de la industria fílmica estadounidense. Sin embargo, a diferencia de lo que sucedía en Hollywood, los estudios cinematográficos mexicanos nunca tuvieron un poder total sobre las grandes estrellas, y esto permitió a estas brillar de una forma independiente y desarrollarse en una enorme multitud de géneros, principalmente las figuras surgidas en el Cine mexicano en la década de los 1950, mucho más versátiles y completas que las de la década previa. Muchachas de uniforme, de 1951, una adaptación de la alemana Mädchen in Uniform, fue una película revolucionaria durante este periodo del cine, ya que se convirtió en uno de los primeros proyectos cinematográficos mexicanos en hablar sobre la homosexualidad, centrándose en el lesbianismo, teniendo como trama principal a una joven estudiante de un internado religioso que le toma un gran cariño a su profesora; la percepción de dicho cariño es confundido por sus compañeras y profesoras como un enamoramiento de la alumna hacia su educadora.
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